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mario hiriart   texto del mes – hojeando en el diario de vida


Ser verdaderos creadores

Reclinar la cabeza en su regazo

Una Madre fuerte

Tocando con la punta de mis dedos la túnica de Cristo


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Tocando con la punta de mis dedos la túnica de Cristo

"Recuerdo que me sentaba en la ventana de la salita de costura de la vieja casa, y contemplaba durante largo rato los cerros del otro lado del río, las casas de los inquilinos, los árboles movidos por el viento - ese viento persistente y fuerte de Santa Adela, que estremece constantemente la casa -, o la salida de la luna por sobre los cerros, hacia el nor-oriente, o bien me embelesaba escuchando el rumor del río que corre entre las rocas.“ (...).
"Hay algo allí, en la grandeza de las montañas desnudas, talladas con violencia en roca y arena; en lo imponente de esas quebradas desiertas, que se ven internarse por los cerros hacia arriba, hasta que la vista se pierde en ellos" (...), "hay algo en todo eso que me fascina, me llena totalmente en todos mis anhelos. Sobre todo, la sensación de pequeñez y de ser criatura impotente que me asalta ante la magnitud y magnificencia de esa naturaleza desierta y sobria en su extrema desnudez, me sobrecoge y me hace de inmediato comprender la presencia de Dios; cuando estoy allí, camino en su presencia, voy encontrándole en cada mirada a mi alrededor, en el perfil inmenso de las montañas, en las rocas que parecen haber sido colocadas una a una por sus manos, en la perfecta y estilizada figura de los quiscos erizados del desierto, en las florcitas minúsculas que se abren paso al amparo de las piedras, cubiertas de polvo, en el viento que sopla a la caída del sol con tanta fuerza que casi derrite al jinete desde su montura ... . Madrecita, allí verdaderamente he tocado a Dios, con la punta de mis dedos he cogido la orla de la túnica de Cristo". (28.12.1956).
Este texto es como el descanso del apóstol predilecto junto al pecho del creador. Pensamientos para meditar y gozar y no tanto para ser comentados.


© Instituto Secular Hermanos de María de Schoenstatt, 2000